Realizar un viaje casi irrealizable, difícil de creer para todo aquel con el que se cruza. Perder tanto la noción del tiempo real que tenga que preguntar a qué día está para saber cuánto lleva en la carretera. Atardeceres y amaneceres se suceden e iluminan el camino, un fuego nocturno sirve de cobijo y calor, y la gente a su alrededor pasa, se sienta, charla y se va. De todos aprende pero sobretodo todos aprenden de él. Y todo ello con un firme objetivo: tragarse el orgullo y mover cielo y tierra para volver a ver a su hermano después de diez años sin hablarse. Porque según Alvin Straight, un hermano es la persona que mejor te conoce en el mundo. "Espero no llegar tarde".
En los tiempos de las prisas, de la mensajería instantánea, del aquí y ahora, de la eterna juventud, te topas con una película como "Una historia verdadera" y sientes verdadera paz. Una paz que rezuma entre la tierna y sabia mirada de Alvin, en su resignación y la aceptación de todo lo que le ha pasado en la vida, en su manera de hablar, entre infinitos campos de cereal iluminados por un cielo naranja, en la paciencia y el trote de esa cortacésped de recorrido impensable en la que nuestro protagonista no tiene más remedio que usar si quiere hacer ese viaje. Y sin dejar escapar el sombrero.
Paz que sientes también con la música que le acompaña durante el viaje. Imposible haber imaginado mejor banda sonora para complementar las preciosas imágenes y la bonita historia que nos cuenta el film. Una historia contada sin prisas, casi al ritmo del transporte que la protagoniza, con una música perezosa y de ritmo pausado. Pero llena de pequeños detalles, directa al corazón con su sencillez, pura y emocional. Con los pies en el suelo de su constante guitarra de base y la fluidez y color de los violines que llevan la melodía.
Vi esta película de adolescente en un cine de verano, y trece años más tarde vuelvo a verla y me doy cuenta de lo mucho que recuerdo sus escenas. Porque deja tanta huella como el protagonista por allí donde pasa. Porque, igual que él, resulta totalmente inolvidable. Y deliciosa. Tal y como es su música.
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