Iba a seguir con la tónica movida de ayer, aunque por otro ángulo, pero no puedo. Tal y como si de una montaña rusa se tratara, este estado personal de paz e incipiente felicidad no para de contrastar con un aluvión de tristes noticias a mi alrededor, muy similares y siempre ajenas, pero relativas a gente muy cercana, en estos últimos casos que afectan a amigos míos. No volveré con más monsergas sobre el dolor ajeno y todo aquello que expuse el pasado viernes, pero sólo quiero expresar mi sentimiento de impotencia, de "No puedo más", por algo de lo que nadie, absolutamente nadie, tiene ninguna culpa. Quizás es una (otra) señal de que me hago mayor y de que debería empezar a acostumbrarme a este tipo de cosas a mi alrededor, algo que creo que me costará horrores y no sé si conseguiré algún día.
Como la cosa hoy va de descubrimientos, como cada martes, el estado de ánimo y el clima resulta ideal para presentaros una de las cosas más deliciosas que han caído en mis oídos estas últimas semanas. Un misterioso cantante francés llamado Alex Longo, que por ahora se niega a enseñar su rostro y aparece públicamente cubierto en una especie de casco intergaláctico, y que nos ofrece una propuesta de pop muy dulce y relajado, con una voz de lo más particular, de esas que al principio cuesta discernir si es femenina o masculina. Una propuesta con la que ha elaborado un fabuloso disco de debut, llamado The human octopus, publicado este año, llena de canciones delicadas acompañadas de una preciosa atmósfera de suave electrónica, cuerdas, vientos y piano, dando lugar a un resultado casi mágico, evocador. Música para calmar el alma, para dejarse llevar, para cerrar los ojos y no pensar en nada, sólo dejarse envolver por la misma. Os dejo con la canción que abre el disco, que me encanta, con la versión del álbum y otra en directo, en la que podréis apreciar todo lo que os he comentado. Espero que os guste.