Siguiendo con la premisa de hace dos días, sobre la dificultad del segundo disco, estamos otra vez ante una reválida superada. Poniendo los mismos elementos de pop electrónico alegre, sin pretensiones y hecho con buen gusto que caracterizaron su debut en la
coctelera, han dado lugar a doce nuevos temas que consiguen transmitirnos esas
mismas sensaciones de buen rollo y alegría. Lo cual no deja de resultar curioso
si tenemos en cuenta el historial de trastornos mentales y cierta tendencia al
suicidio que presenta su cantante, que le ha llevado a suspender varios conciertos
de su gira por razones, según él mismo comentó en su momento, “de salud mental”.
Debe de ser la música su vía de evasión, de escapatoria, o quizás
ello es el secreto de ese sonido tan desenfadado y desacomplejado que
caracteriza este conjunto. Presentado con un excelente single con las revoluciones un poco
más bajas de lo esperado pero potente , ese “Take a walk” que nos puso a todos
a la expectativa y con ganas de más, se desglosa con una variedad de temas,
desde esa bomba que es “I’ll be alright”, que acompaña la reseña, hasta el dulce “On my way”, pasando por los coreables estribillos
de “Carried away”, “Love is greed” o “Hideaway”,
la potencia de “Mirrored sea” o volviendo a bajar un poco las revoluciones con “Constant
conversations” o “It’s not my fault, I’m happy” para dejarnos reposar un poco, aún
sin dejar de sonreír. Ese rosa difuminado de la portada probablemente sea todo un
reflejo de lo que alberga.
Un álbum repleto de sintetizadores brillantes y variados, de
coros alegres y participativos, y con la misma
luminosidad y alegría de su debut pero sin hacerse repetitivos ni monótonos. Quizás falte un “The reeling”, absoluto temazo del anterior trabajo, pero
en su conjunto llega al mismo nivel del mismo. Probablemente uno de los álbumes
de este verano, ideal para olvidarse de todo y sonreír por un momento. Espero que os guste.
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