Hacía poco más de un año y medio que no participaba en un ciclo de conciertos con mi orquesta de Barcelona. El año pasado tuve dos experiencias orquestales en Palma inolvidables, que me sirvieron de paliativo a falta de las que no pudimos tener aquí. Pero echaba de menos volver a vivir ciclos de conciertos. Los nervios del primero, el miedo a que todo sea un desastre, la presión de las últimas semanas, el no saber cómo va a sonar finalmente. Especialmente cuando el grupo es nuevo y muy joven, el riesgo es mayor, el miedo resplandece por todos lados pero si el resultado es satisfactorio, la emoción puede ser mucho mayor.
Este fin de semana por fin hemos vuelto a nuestros ciclos de conciertos, y con ellas, he vuelto a revivir muchas de las emociones que echaba de menos sentir. Tocar en una orquesta, aunque sea a nivel amateur y sin demasiado nivel, es algo muy especial y difícil de definir. Es sentir que formas parte imprescindible de todo un engranaje, que tu voz es tan importante como cualquier otra, que sin ella la pieza queda coja. Es acompañar en algunos momentos nutriendo una melodía, o llevarla volando y dejando que el resto te haga de cojín. Es sentir la emoción y que el vello se erice cuando una obra culmina, desear que todo salga en su sitio, que al acabar una pieza que ha salido bien y levantarte te suba de repente toda la emoción a los ojos, mirar de manera cómplice a tus compañeros y ver esos mismos sentimientos en sus rostros. Pero también es duro y difícil, no siempre salen las cosas bien, pero de los errores se aprende de manera colectiva y compensa ver cómo se subsanan al día siguiente.
Escuchando algunos de mis grupos y canciones favoritas, especialmente aquellos bajo los cuales hay una cuantía generosa de músicos e instrumentos, muchas veces pienso que quizás lo que sienten encima de un escenario, todos ellos, debe de ser muy similar a todo esto. El hecho de que yo sea una simple amateur probablemente haga que lo viva más y de manera más intensa, al ser algo tan especial y no cotidiano, pero creo que con este sentimiento me acerco bastante a la magia de crear música. Algo tan sencillo pero tan maravilloso. Más aún cuando lo compartes con esa gente que te quiere y viene a verte.
Por culpa del concierto del sábado me perdí el gran concierto que hicieron estos islandeses en Barcelona, pero ellos y esta canción me inspiran todo lo que representan muchas de las cosas vividas durante este fin de semana. Una canción coral y emocionante, que va de más a menos, que roza el alma, que hace volar. Para dejarse llevar.
¡Felicidades!
ResponderEliminarUn abrazo,
KWxx
Ey muchísimas gracias, supongo que te referirás a lo de la entrada siguiente, no??
ResponderEliminarUn abrazo!!!!