Empezó el viernes mucho más soleado de lo que nos esperábamos, con una amenaza de lluvia perpetrada por la predicción meteorólogica oficial que podría habernos destrozado el día pero finalmente (y afortunadamente) no lo hizo. Tras comer en aquel bonito lugar que descubrimos el año pasado cerca del Forum, JMHulme, Vanessa, Julia, Viola y yo cumplimos con nuestra ya tradición de ser los primeros en pisar el recinto y plantarnos en el Auditorio a las 4 de la tarde para el primer concierto de un día musicalmente muy intenso, en el que podría contar que vi aproximadamente unos diez conciertos, todo un record primaveral que pocos probablemente puedan conseguir, aunque obviamente no todos los fueron enteros y tuvieron que ser sacrificados para poder ver otros. Ya se sabe, las locuras primaverales que te entran cuando hay tanta propuesta apetitosa en el cartel y algo de ganas de correr recinto arriba recinto abajo. Al menos el viernes tenía las fuerzas necesarias para hacerlo.
Si alguien me pregunta si vale la pena sacrificar horas de descanso para cosas así, mi respuesta, al menos en base a lo vivido estos dos años, es que sí. Primero porque al ser sentados el cansancio es menor, y segundo porque los conciertos a esa hora en el Auditori sientan de maravilla. No sé qué haremos sin él en las próximas ediciones, pero eso ya es otro tema. El protagonista este año era Ethan Johns, uno de los descubrimientos de los que hablé hace pocas semanas. El polifacético músico y productor apareció en escena solo con su guitarra, con lo que entrevimos el carácter acústico de su directo. Algo que no impidió que a los momentos íntimos esperados (y más logrados) se unieran también otros con más garra, paseando la variedad que se aprecia en su disco. Pero la guindita, mi momento lagrimón, fue cuando, por sorpresa versionó la preciosa "Revelator" de Gillian Welch y nos dejó a todos con el alma por los aires.
Tras el momento íntimo que supuso el concierto anterior, nos quedamos sentados guiados por la curiosidad de ver al músico etíope Mulatu Astatke, al cual había escuchado justo dos días antes gracias a una recomendación de bboyz, y al cual había reconocido como el autor de la banda sonora de "Broken flowers" y me picó el gusanillo de verle. Guardamos sitio al responsable de tal descubrimiento, apareció la numerosa banda, formada por vientos, un cello, percusión, piano y bajo, y todos disfutamos de una increíble jam session de jazz que sin duda constituyó mi primera gran sorpresa primaveral, quizás la mayor que me encontré durante estos días. Porque aunque el estilo general del festival es el mío y la mayoría de grupos siguen esa línea y por ello me gusta, he de reconocer lo mucho que se agradece encontrar de repente propuestas totalmente diferentes, todo un soplo de aire fresco musical que, finalmente, hacen del Primavera Sound algo muy especial y difícil de explicar a quien no lo vive. Porque gracias a esto viví uno de los mayores momentos musicales del mismo.
Me apetecía estar un rato con JMHulme, Vanessa y Julia y por ello me fui con ellos a ver a Kurt Vile, que aunque sonó muy bien en el Heineken, no acabó de engancharme del todo. A las pocas canciones decidí irme con Vanessa al Ray-Ban a ver, aunque empezado, a Nick Waterhouse, cuyo nombre me sonaba haberlo escuchado y algo me decía que me había gustado. Creo que nunca dejaré de agradecerle a ella que me llevara a ese concierto porque gracias a él en tuve mi segunda sorpresa primaveral. Porque repentinamente me vi embebida en una atmósfera de soul y música negra con tintes sesenteros liderada por un músico de aspecto blanco y voz negra, acompañado por un variado elenco de músicos y dos coristas. Una atmósfera en la que era imposible no dejarse llevar y mover los pies como si nos fuera la vida en ello, pegándonos los primeros bailoteos del día bajo un leve sol en nuestras espaldas que poco a poco se iba cubriendo de nubes amenazadoras. Otra prueba más de esa variedad musical que nos ofrece el festival y que, nuevamente, agradecí. Haciendo balance, no había podido empezar mejor el día, y sólo eran las siete de la tarde.
Tocaba volver a la realidad del festival y para ello me dirigí al Primavera, donde había quedado con mis compañeras de piso y con Berit, aunque mientras las esperaba me puse en contacto con los chicos de Crazyminds, a los que tenía muchas ganas de conocer y charlar un rato. Fácilmente me encontraron Jorge y Jordi, y a los pocos minutos de estar juntos presentí que iba a pasármelo muy bien, como fue finalmente en todos los momentos que compartí con ellos. Volviendo al aspecto musical, era el turno de la debutante formación británica Peace, a la que había descubierto haciendo rastreo de bandas primaverales y me habían contagiado su alegría juvenil britpopera en varias canciones, así que me apeteció mucho verles. Quizás porque estuve más pendiente de la animada charla con los crazyminders o a la atenta espera de mis amigas no pude apreciarles como debieron, porque sí que sonaron muy bien, limpios y correctos como en el disco, pero no acabaron de tener el calado que podrían haber tenido. O quizás las prisas por irnos al temido Heineken a coger sitio para Django django tuvieran también algo que ver. Porque finalmente es difícil estar y ver en plenas condiciones todo lo que quieres. La parte negativa de un festival como este.
Durante el paseo hasta el Heineken tuvimos nuestro primer testimonio claro de cual iba a ser el gran protagonista de lo que nos quedaba de día y de noche. Un acuciante frío en forma de brisa traicionera se fue apoderando del recinto, especialmente del camino entre escenarios. Ello hizo que más que desear una cerveza, aquello que nos apetecía era un café bien calentito. Y resultó de lo más surrealista acabar presenciando el concierto los británicos... con un café con leche en las manos!! Volviendo al aspecto musical, aparecieron los cuatro chicos de Django django ataviados en camisas blancas con cintas negras pegadas la mar de curiosas, y arrancaron muy bien su concierto potenciando el toque electrónico que tienen sus canciones, ese plus que les dan a sus polifonías. Demostraron que son una banda versátil, capaz de hacerte acústicos preciosos y conciertos festivaleros bailongos. Si bien nos hicieron bailar de lo lindo y a mí empezar a darme más señales de que en realidad me gusta la electrónica mucho más de lo que me parece (o quizás sea sólo una cuestión de edad, quién sabe), aún en unas condiciones ambientales no muy idóneas y a una hora que lo era aún menos para algo así, a las pocas canciones pecaron un poco de una cierta repetitividad y una cierta linealidad en el sonido, algo que hizo un poco de mella y que nos hizo aguantar sólo por escuchar "Default", su temazo, que aunque sonó un poco descafeinado bien nos sirvió para animarnos.
No pasó nada porque en realidad queríamos volver al Primavera para ver el retorno de The breeders interpretando su disco más mítico, ese "Last splash" que cumple veinte años. Un álbum del cual conocía ya ese temazo que es "Cannonball" pero que curiosamente encontré hace dos años entre las reliquias que dejó el antiguo inquilino de mi piso, por lo que me hacía especial ilusión verlo en concierto. Con un curioso aspecto de mamás salidas de casa un momento para hacer un encargo, las hermanas Deal y compañía nos regalaron un encantador directo en el que no sólo brilló el temazo esperado sinó que consiguieron que nos llegaran todas las canciones, diferentes como son entre ellas. Un concierto que destiló encanto por todos lados y una cierta garra guitarrera noventera un poco amainada por la edad de sus integrantes. Personalmente delicioso me sonó el penúltimo tema del disco, ese "Drivin' on 9" donde el violín de Carrie Bradley toma mayor protagonismo. Quizás fue uno de los conciertos más especiales del festival, mientras se hacía de noche y nos intentábamos cobijar entre nosotros de un frío cada vez más presente, y el que lo pasé muy bien, entre mis amigas y los crazyminders, a quienes se había unido Álex, a quien ya conocí en el concierto de Sr. Chinarro el pasado marzo.
No sé de dónde sacábamos fuerzas para continuar de pie porque tocaba irse hacia el Pitchfork, bajo la inmensa placa solar del recinto, para ver uno de mis conciertos pequeños más esperados, el de Local natives. Renuncié al descanso y a cenar sentada por poder verles junto con Viola, quien me los había descubierto, y metida en el mogollón para poder disfrutar más. Aunque un sonido más bajo de lo esperado (del cual adoleció algún otro concierto en ese escenario, según lo que he leído) quizás deslució un poco el concierto, ello no fue impedimento para todo el torrente de sentimientos que se desató mientras les escuchaba. Repasaron sus dos discos y sus canciones sonaron igual de deliciosas que en los mismos, con unas voces preciosas en estado de gracia en forma de coros que levantaron nuestras almas y unos guitarrazos puntuales que nutrieron nuestras emociones. Canciones como "Airplanes", "Heavy feet", "Camera talk" o "Ceilings", entre otras muchas, sonaron celestiales, aunque la que consiguió arrancarme alguna lágrimilla fue, como me esperaba, "Who knows who cares". Mientras tanto, a nuestras espaldas podíamos ver el mar y esa preciosa luna protagonista del festival reflejada en él. ¿Pudo ser más bonito?
Lo mejor de todo esto es que la emotividad no iba a tener fin aún. Con la misma luna detrás nuestro, compañera cómplice de todo lo que sucedía, nos dirigimos al escenario contiguo, el pequeño Vice, para ver otro de mis descubrimientos pre-primaverales más especiales, los británicos Daughter con toda su delicadeza. Les pillamos probando sonido en una explanada ya llena de gente en la que conseguimos hacernos un buen hueco. Puede que no fuera la hora más adecuada para saborear una propuesta así, con el cansancio a flor de piel y la expectativa de ver a Blur en pocas horas, pero aún así, pudimos presenciar otro concierto de los que llegan al corazón. La bonita voz de Elena Tonra sonó cálida y delicada como en el disco, en un setlist donde combinaron temas más tranquilos y otros más enérgicos. Y, entre canción y canción, agradecimientos emocionados de sorpresa de ver a tanta gente viéndoles, no podían ni creérselo. Fuimos avanzando posiciones mientras iban sonando temas como "Still", "Home" o "Human", para acabar en el mejor lugar para escuchar mis dos favoritas, "Youth" y "Love", y dejar que me cayeran lágrimas escondidas entre mi melena. Lágrimas que tuve que secar bien rápido porque tocaba salir de la multitud para ir lo más rápido posible hacia el Heineken para ver a Blur.
Viendo las riadas de gente en las que nos vimos metidas de camino, sorteando nuevamente el frío, vimos muy claro que sería imposible coger buen sitio para ver a los absolutos cabezas de cartel de la noche. Con suerte conseguimos dar con Adriana y Anna y tuvimos que conformarnos con un lugar a la altura de la mesa de sonido hacia la izquierda. Nunca había visto esa explanada tan llena de gente, pero realmente no pasaba nada porque el sonido era espectacular en toda ella. Y porque todos, absolutamente todos los presentes, nos metimos en el concierto desde esas primeras notas de "Girls & boys" que nos pusieron a todos a saltar. Pronto cayó "Beetlebum" y al ser una de mis favoritas no pude evitar casi derretirme con ella. Aunque tuvieron un momento de pequeño bajón al cantar canciones menos conocidas, retomaron bien rápido sus hits y nos hicieron rememorar a todos nuestra adolescencia con ellos. Porque una de las mejores sensaciones del concierto fue escuchar en directo canciones que conocíamos de hacía mucho tiempo y que nos habían acompañado durante un tiempo en nuestra vida, todos en comunión sintiendo lo mismo. "Country house", "Parklife", "Coffee & tv", "Tender" y la gente coreando a cappela sus coros tras la cancion o "Out of the century" fueron algunos de los hits que cayeron, entre alguna agradable sorpresa como la preciosa "This is a low", cada uno quedándose con su favorito, cada uno viviendo sus propios recuerdos. Y mientras tanto sobre el escenario, Damon Albarn yendo de un lado a otro dirigiendo esa orquesta formada por la banda, coristas y trompetas, y bajándose al público de tanto en tanto para darse algún que otro baño de masas. Desaparecieron del escenario pero no podían irse sin cantar "The universal", como así fue cuando volvieron a él y me pusieron los pelos de punta aún más, para acabar de manera apoteósica con un cacareado "Song 2" que por mucho que hayamos escuchado casi todos hasta la saciedad casi hunde el Heineken y acaba con nuestras voces y tobillos. Porque aún con todo, es y siempre será una de las canciones de mi vida, y es por ello que acompaña esta crónica. Porque coronó un concierto que fue casi como un sueño colectivo de muchos años hecho realidad.
Y con todas estas sensaciones a flor de piel nos fuimos camino a casa, con el cansancio aumentando a la vez que la dificultad de encontrar un taxi, ya se sabe, vicisitudes de un festival cada vez más mayoritario. Qué se le va a hacer.
Menudas crónicas te estás marcando, chica ;) Yo también quedé muy contento con Nick Waterhouse. Estoy muy agradecido a Vanessa por habernos arrastrado al Rayban, yo creía que era un concierto que podía estar bien pero decidí priorizar a Kurt Vile (también sobre el Mulatu... vaya fallo) ¡Por segunda vez! Hace dos años también fui a ver al melenudo y sus Violators en vez de si no me equivoco pasar por el auditori con Mercury Rev. Es alucinante lo fácil que es tropezar dos veces con la misma piedra xD Dicho esto, pobre Kurt, en realidad su concierto no estaba mal, es sólo que me joroba haberme perdido la última parte del Mulatu y el principio del Waterhouse por verle a él...
ResponderEliminarBueno, el viernes yo estuve muy contento también porque acerté de pleno con Matthew E. White y porque pude devolverle el favor a Vanessa llevándola a Tinariwen. Daughter muy majos, sí :)
Petons!
Buff sí, un trabajazo pero lo paso tan bien haciéndolo que no me importa, me alegro de que te gusten, no sabes cuánto.
EliminarLo de Nick Waterhouse fue todo un puntazo, ya veo que no soy la única que quiere agradecérselo a Vanessa, jeje. Buah no eres el único que tropieza dos veces con la misma piedra, a mí me pasó algo similar con Belle and Sebastian o quizás peor, por darles una segunda oportunidad me perdí a Low y fue un gran error.
Jo qué envidia el Matthew, debió de ser increíble. Pero ais lo de las breeders era una oportunidad única y no podía dejarla pasar, y fue un gran concierto también. Ais Daughter, qué majos tan agradecidos, sí.
Lo mejor de todas estas cosas es sentir que aún habiendo pasado ya dos semanas aún tienes los sentimientos a flor de piel. Mola.