Un enorme y anaranjado sol empezó a lamer el horizonte cordobés apareciendo y desapareciendo, jugando al escondite con el tren y yo era la única que lo observaba desde el vagón. Cuarenta almas inseridas en sus propios sueños, móviles, libros o tablets y yo sentí que ese momento había sido diseñado para mí. Captar belleza de los pequeños momentos se ha convertido en un pasatiempo cada vez más habitual en mi día a día, algo con un punto adictivo y liberador a la vez, fuente de inspiración infinita para el presente y el futuro.
Empecé cazando atardeceres y paralelamente cazaba miradas de desierto y selva fusionados. Inconsciente de lo que ello conllevaba, me dejé simplemente llevar por algo que no controlaba. Miradas que busqué cada día más, sonrisas que me costó superar y todo un universo mental que canalicé focalizando en un sólo objetivo pero errando el tiro. Infortunio del que me lleva acompañando toda la vida pero con el que no me ha quedado otra que aprender a vivir, aún con sus secuelas. Aunque la suerte quiso que la tortura fuera temporal y finalmente desapareciera tal y como apareció. Sin haber podido decir un adiós casi insignificante pero a la vez lleno de significado.
Mientras estos pensamientos surcaban por mi mente, mis sentidos surfeaban entre la voz susurrante de Jonathan Wilson y la increíble instrumentación de sus canciones que viaja por los terrenos del blues, el rock y el jazz dándole un toque de personalidad a su folk de base. Y me derretí como me sigo derritiendo una mañana primaveral de domingo mientras lo vuelvo a escuchar y rescato de mi libreta todas estas sensaciones, imaginándome "Moses pain", "Love to love", "New Mexico", esta "Dear friend" que finalmente acompaña la entrada o cualquiera de los delirios de seis minutos que componen su maravilloso "Fanfare" trenzándose con la brisa del Forum el próximo sábado 31 de Mayo.
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