Pocas sensaciones mejores hay a la que tienes cuando alguien te alegra el día con una canción. Aunque nos pase con frecuencia, sigue siendo algo impagable, y más aún cuando te hacen volver a la memoria de repente, sin esperarlo, un tema que hacía siglos que no escuchabas. Tal y como hace cosa de una semana, una mañana de cruce de mails con mi amiga Viola, a propósito de la elaboración de la lista de canciones de lunes que justo os presenté hace dos días, me recordó, entre otras, esta delicia noventera de mi adolescencia. Otra de esas canciones que no puede ser que aún no hubieran pasado por aquí.
Y es que es difícil resistirse a tanta alegre dulzura como la que ofrece la canción de estos suecos. Es imposible no sonreír al escuchar su sonoro estribillo, quedarse inmune ante ese pop luminoso con un toque de tierna melancolía. A cualquier edad, en cualquier circunstancia, en cualquier momento de nuestras vidas. Porque esta llegó a la mía cuando debía tener unos 15 años, popularizada por la banda sonora de esa película sobre Romeo y Julieta que nunca quise ni llegué a ver pero de la que sí recuerdo su banda sonora, a través de la cual mucha gente conoció a grupos como The Cardigans. Un tema de esos que, especialmente si te enganchan en plena adolescencia, te invitan a encerrarte en tu habitación durante unos pocos minutos y echarte unos bailes sin vergüenza, sin miedo a que te encuentren y se rían de ti, que para eso ya está la vida real. Para olvidarte de todo durante unos segundos y ser simplemente feliz. ¿Cuántas veces lo necesitamos como el agua?
La música rodea nuestro mundo, nuestra vida, no existe el mundo sin ella. Entonces, ¿por qué no rellenarla con grandes canciones y crear nuestra propia banda sonora? Melómanos sin remedio, bienvenidos.
Mostrando entradas con la etiqueta The wannadies. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta The wannadies. Mostrar todas las entradas
miércoles, 6 de febrero de 2013
miércoles, 11 de abril de 2012
You and me song - The wannadies
Inocencia tardía. Tiernos sonrojos y sonrisas escondidas. Aquellas de los trece años, cuándo nos quedábamos mirando a aquel chico que nos gustaba pero al que nunca nos atrevíamos a decirle nada. Porque quizás no sabíamos qué decir, ni tan sólo qué hacer. Miedo a enfrentarse con su mirada, quizás tan inocente como la nuestra, tan muerta de miedo como la nuestra, que quizás también evite la nuestra sin que nos demos cuenta. Porque quizás, sin saberlo, entrábamos en aquel eterno juego de las miradas que jamás se cruzan, que jamás están destinadas a hacerlo. Al menos en la inocencia de mis trece años, probablemente distinta de la de muchos otros a mi alrededor, las cosas no podían ser de otra manera, costaba que fueran de otra manera, en aquellos momentos en los que la ensoñación superaba a la realidad, en los que nos hacíamos mayores en nuestra imaginación, pero no en nuestra realidad.
Cuando me reencontré hace unas semanas en una discoteca con esta preciosa canción, que tanto sonaba durante mi adolescencia, sonreí y decidí que tenía que pasar por aquí un miércoles. Y al volver a escucharla ahora, me evoca esa misma tierna inocencia de los primeros amores, que probablemente no fueran más que tiernos sueños románticos para algunos de nosotros, incapaces de llevarlos más allá. Porque rezuma dulzura e inocencia en cada una de sus notas, en esa melodía alegre que empieza tranquila y se carga de energía en el estribillo, al más puro estilo años noventa. Un tema que quizás fuera muy trallado en su momento, pero que muchos años después sigue despertando miles de sonrisas, miles de sentimientos. Que me encantaba en su momento y me encanta recordar muchos años después, cuando mucha de esa inocencia ya desapareció, aunque quizás aún quede algún remanso en algún lugar de mi alma. Espero que os guste.
Cuando me reencontré hace unas semanas en una discoteca con esta preciosa canción, que tanto sonaba durante mi adolescencia, sonreí y decidí que tenía que pasar por aquí un miércoles. Y al volver a escucharla ahora, me evoca esa misma tierna inocencia de los primeros amores, que probablemente no fueran más que tiernos sueños románticos para algunos de nosotros, incapaces de llevarlos más allá. Porque rezuma dulzura e inocencia en cada una de sus notas, en esa melodía alegre que empieza tranquila y se carga de energía en el estribillo, al más puro estilo años noventa. Un tema que quizás fuera muy trallado en su momento, pero que muchos años después sigue despertando miles de sonrisas, miles de sentimientos. Que me encantaba en su momento y me encanta recordar muchos años después, cuando mucha de esa inocencia ya desapareció, aunque quizás aún quede algún remanso en algún lugar de mi alma. Espero que os guste.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)