El pasado miércoles se produjo una de las citas musicales más esperadas desde hace unos meses, el concierto de Yo la tengo en el Auditori de Barcelona, dentro de la programación del Festival del Mil.leni. Tras verles en el pasado Primavera me quedé con ganas de más, y estas vinieron recompensadas con el anuncio de este concierto. Ya con la entrada en mis manos, a principios de año sacaron su último y fabuloso disco, "Fade", que promete ser uno de los discos del año e hizo aumentar mis ganas de volver a verles en condiciones.
Con mi compañera de trabajo y amiga Esther, gran admiradora del grupo desde hacia tiempo, un poco apuradas llegamos a nuestro asiento desde el cual teníamos una buena perspectiva, aún siendo arriba. Apareció el trío de Hoboken en un escenario con un curioso decorado que recordaba al típico de las representaciones teatrales escolares. Se colocaron los tres en fila, muy recogidos, juntos, para transmitir la sensación de intimidad necesaria para un primer set acústico sorprendente. Un formato inusual en los conciertos del grupo, pero que representa esa cara íntima que el grupo tiene en algunas de sus canciones, recogidas y sentidas. Con el público en silencio tras el aplauso inicial, arrancaron con una "Ohm" de calentamiento vocal que fue muy bien recibida y que empezó a erizarnos el vello. Aquello empezaba muy bien y prometía aún más.
Fueron desgranando algunos de los temas más tranquilos del último disco como las preciosas "I'll be around", "Cornelia and Jane" o "The point of it", dándole una lectura acústica a "Paddle forward", homenajeando a Kevin Ayers con una versión de "Walk on water", para acabar con dos sorprendertes versiones de "Tom Courtenay" y sobretodo una deliciosa "Big day coming", en la que Georgia a la guitarra se marcó varios momentos de ligera distorsión que sirvió de aperitivo a lo que venía después. Un set de 50 minutos que fue un constante baile de intercambio de posiciones e instrumentos entre los tres miembros, una de las cosas de las que más disfruté y primera prueba de lo grandes músicos que son.
Acabada esta primera parte desaparecieron del escenario, del cual fueron reubicados los elementos, y tras veinte minutos de descanso volvieron a aparecer en versión totalmente electrificada para ofrecernos aquello a lo que tienen acostumbrado al público, ya con ganas de vibrar con el muro sonoro y la distorsión marca de la casa. Como banda con una extensa discografía a la espalda, nunca sabes por dónde te van a salir y qué canciones caerán, cambiando setlist cada noche e intentando abarcar una trayectoria inabarcable. Estaba claro que querían presentar el nuevo disco, y con tal intención empezaron con una versión más ruidosa y fantástica de "Stupid things", tocaron las preciosas "Ain't that enough" y "Before we run", donde sustituyeron las bellas orquestaciones de estudio por capas de ruído, distorsión y guitarra que les dieron la energía necesaria y hicieron que sonaran perfectas, y repitieron "Ohm" desde otra perspectiva más cercana al disco y alargando el final hasta el éxtasis guitarrero con un Ira Kaplan totalmente desmedido.
También fueron cayendo poco a poco temas surtidos de sus anteriores discos. Difícil elección, difícil de contentar a todo el mundo, pero finalmente efectivo, toda una lotería. La alegría y el desenfado de "Mr. Tough", ese clasicazo celebrado que fue "Stockholm syndrome", "Nothing to hide" o "Drug test" fueron algunos de los afortunados, para acabar con una alucinante "Blue line swinger" alargada al máximo fragmento a fragmento, construyéndola poco a poco, capa a capa, elemento a elemento, desde la batería enérgica inicial hasta el delirio de distorsión final, pasando por los episodios vocales de Georgia y las diferentes melodías que la componen. Más de 10 minutos de canción de pelos de punta, con la que se marcharon dejándonos con ganas de más.
Volvieron a aparecer para el esperado bis primero en sus posiciones originales para tocar "Double dare" y versiones de The Velvet Underground y The kinks, para acabar de nuevo los tres delante, abandonando Georgia la batería para cantar junto a Ira otra tierna versión de The kinks que les mostró en plena complicidad musical y personal, con esa magia de la pareja que lleva toda la vida junta y parece seguir queriéndose, así de simple y así de bonito. Era la hora de despedirse y parecía que no sabían con qué canción acabar, casi a esperas de peticiones del público, pero se decidieron por una de mis favoritas, esa "You can have it all" que sonó fabulosa aún sin la batería pero con toda la magia de sus juegos vocales y sus polifonías, despidiéndose dejándonos a muchos con una sonrisa en los labios y la dulce melodía del "Papaparapárara" en la cabeza que no quise que desapareciera de ella. Todo un broche de oro para una velada increíble, que se había alargado hasta casi las 12 de la noche. Dos horas y media, casi tres, de concierto. Irrepetible.
Lo bueno de escribir sobre un concierto como este días después es poder ver en perspectiva la grandeza de lo que presenciamos. Qué más da si no cayeron nuestras favoritas, si no cantaron "Autumn sweater" o "Sugarcube", da igual, el resto compensó de sobras. Porque son un grupo para ver en directo una y mil veces sin cansarte, sabiendo que no dejarán nunca de sorprenderte, que siempre te ofrecerán algo nuevo, diferente. Porque fabrican un ruído que te envuelve y te da cobijo, te hace formar parte de él y te roza las entrañas. Que no molesta sinó que mece y acompaña, que deseas no salir de esa burbuja sonora en la que te introduce. Que a cada distorsión, cada matiz, te deja con la boca abierta y el corazón en vilo.
Y por ver sobre un escenario a Georgia y Ira, amor puro, dentro y fuera del mismo, casi la pareja perfecta. Tan entrañables que te los llevarías a casa. Porque sonrío al leer en una entrevista a Ira para la Rockdelux en la que dice que "Adoro componer música, pero no disfruto haciéndolo solo. Me encanta la sensación que me produce estar tocando algo nuevo, concentrado y, de repente, notar que una nota o un detalle ha cambiado mi percepción de lo que estaba sonando. Entonces salta un resorte, miro hacia Georgia y la descubro con una sonrisa de felicidad. Eso es la música. Puede que ese nivel de complicidad lo hayamos alcanzado antes, pero ha sido en “Fade” cuando he sido plenamente consciente. Este disco no sería el mismo sin ella. Hasta tal punto que, si estoy tocando algo y Georgia dice que está bien, no lo pienso más. Entonces seguro que está bien.". Que sí, que será promoción del disco, y que habrán tenido sus más y sus menos, pero no puedo evitar derretirme ante tal afirmación y, con ella, enamorarme más aún de ellos.
Ante la ausencia de canciones la semana pasada y el hecho de que me es imposible acompañar esta crónica con un solo tema, escojo estos tres temas. Los dos primeros, por ser mis favoritos del último disco (y eso que es sumamente difícil quedarse con dos), que sonaron fantásticos en cada uno de los sets de los que formaban parte. Y finalmente, me marco un caprichazo con ese "Blue line swinger" del "Electr-O-Pura" (1995) que me dejó boquiabierta, porque no pude dejar de escucharla en bucle al día siguiente. Que las disfrutéis.
PD: no suelo hacer esto, pero esta vez me apetece dedicar esta crónica especialmente a cuatro personas: a Johnny porque el pobre con la ilusión que tenía se quedó con la miel en los labios y no pudo finalmente acudir al concierto de Madrid, a Viola por haber compartido experiencia paralela conmigo en Madrid y por ser una de las culpables de todo esto, a JMHulme por ser el otro claro culpable, y por supuestísimo a Esther porque me encantó compartir este concierto con ella.