Acabo esta primera tira de crónicas de conciertos (que se verá continuada la semana que viene) intentando rescatar de mi memoria las sensaciones vividas el pasado domingo viendo a la banda británica Elbow en la sala Apolo de Barcelona, sin duda una de las mejores salas de concierto de la ciudad. Mi melómana amiga Lídia los vio este verano en el FIB sin casi conocer ninguna canción y salió entusiasmada, insistiendo en que no me los perdiera por nada del mundo. Y he de decir que no le falta razón, porque lo que pude vivir el domingo con esta gente fue algo alucinante.
Porque fue uno de esos conciertos en los que, desde el primer momento, estás metido hasta la médula. Parte de culpa la tiene la interpretación perfecta de los temas, que suenan enérgicos y potentes los que así tienen que ser, e íntimos y delicados los más lentos, con unos músicos en estado de gracia, esa voz tan bonita de Guy Garvey (que sí, que al final acabó encantándome, reticente a ella que era cuando los descubrí) en su máximo esplendor y un acompañamiento de cuerdas compuesto por dos violinistas que sonaron fenomenal, en su justo volumen para completar las canciones. Pero la otra parte de la culpa la tiene el grandísimo carisma del cantante, pura energía (aunque no sé yo si el desfile de vasos con sospechoso contenido etílico ayuda), pura simpatía y puro desparpajo, ya que no paró de dirigirse al público en ningún momento, haciéndolo partícipe en todo momento del show. Un público que demostraba la gran popularidad que tienen en Reino Unido, ya que diría que un 30% de los asistentes eran británicos. Todos estábamos allí dándolo todo sin ningún esfuerzo porque ellos así nos lo pedían, no podía ser de otra manera.
El repertorio estuvo basado casi exclusivamente en sus últimos dos discos, el "Seldom seen kid" del año 2008 y el "Build a rocket boys!" del presente año, quizás el único fallo del concierto, ya que esperábamos escuchar algún que otro de los anteriores, como "Fallen angel" o "Ribcage". Pero aparte de eso, la selección no pudo ser mejor, ya que no faltaron ninguno de los que yo deseaba escuchar. Empezaron con el que abre su último disco, "The birds", y fueron desfilando, de manera alternada entre los dos discos, mi favorita, "Mirrorball", "Bones of you", "Lippy kids", "Dear friends", "The river" y "The night will always win" en el momento íntimo al piano de la noche, o la preciosa "Weather to fly" que tuve ayer todo el día en la cabeza, cuyos coros de acompañamiento fueron cantados por el público bajo la atenta dirección de Guy Garvey. El colofón vino de cara al final, cuando se marcaron una épica "Open arms" en comunión con el público previa al bis, para volver a salir a lo grande, todos ellos con una trompeta para iniciar la increíble "Starlings", rememorar una del disco anterior al "Seldom seen kid" con "Station approach" y acabar a lo grande, con el tema que todos esperábamos, grandiosos sonaban los violines con las primeras notas de la más épica aún "On a day like this", para hacernos después enloquecer con su melodía, sus coros y su conjunto sonoro. La guinda perfecta para un concierto perfecto.
Uno de los momentos que recuerdo con más cariño, fue el primer subidón del concierto, con otra de mis favoritas del "Seldom seen kid", "Grounds for divorce". La canción vino tras una interacción curiosa del cantante con el público, a raíz de la presencia de un niño de unos 11 o 12 años a los hombros de su padre cantando a pleno pulmón todas las canciones (aquello que todos pensábamos "si algún día tengo un hijo, quiero que sea así"). El cantante se dirigió a él, le preguntó su nombre (como no podía ser menos, el chavalín era británico), e hizo corearlo a todo el público con una melodía inventada, que poco a poco fue enlazando con los coros de esta canción, que sonó soberbia en directo, enérgica en esas guitarras y épica en los coros. Al acabar la canción, hizo pasar las baquetas que usó para tocar la percusión al chico, diciéndole que cuando fuera mayor formara una banda. Toda una demostración de simpatía y buena sintonía con el público.
Poco más puedo contar del concierto, que duró ni más ni menos que 1 hora y tres cuartos, que se dice poco. Me queda sólo enlazaros la excelente crónica de mi inigualable compañía en el concierto, Txarls, que completa todo lo dicho en estas líneas.
M'encanta!!! Per fi m'he llegit la crònica sencera :P
ResponderEliminarMiriam, guapíssima, si que és avorrit escriure la tesi que t'has llegit la crònica sencera :-p M'alegro que t'agradés tant la cançó!! Un petonet!!!!
ResponderEliminarNo sé si verías en mi blog la crónica que hice del concierto en Madrid. Allí te puedo decir que el 80% de la gente era británica, y más concretamente de Manchester. No hacían más que cantar los himnos del equipo de fútbol. Tanto, que el propio Guy les pidió que se comportaran, que aquí son unos invitados.
ResponderEliminarTambién eché de menos alguna canción antigua, cómo me hubiera gustado escuchar "Red" en directo.
Mis amigos, que en su mayoría, no habían oído nada de ellos, también salieron extasiados. Los momentos íntimos del concierto fueron brutales, la gente estaba más callada que en un bingo.
Saludos
Archer, sí, sí que la vi y te debía un comentario. 80%???? Madre mía!!! En Barcelona se comportaron bastante, tengo que decírtelo, sólo les medio llamó la atención un poquito, un momento, en que les dijo algo así como que tuvieran en cuenta que debían dejar a la gente de Barcelona que disfrutara de ellos.
ResponderEliminarFue un gran concierto, una gran sorpresa para mí, no me los esperaba taaaaaaaaaan buenos en directo!!! Y lo mejor, eso mismo, que supieron combinar a la perfección momentos tranquilos y más movidos.